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Orquídea




Los largos pasillos del hotel, alfombras rojas color sangre, a los costados grandes portones blancos, con picaportes adornados con revuelos y rosetones. Ni una sola ventada, todo sellado y hermético,  secreto. A pesar de estar cerrado, respiras un aroma a cerezas. Dulce delicado, suspicaz. El lleva la llave en su mano, va detrás de ti, te sientes observada. Sientes su respiración lejos pero la sientes igual, bestia de negro. No te enteras de que te toma la mano sorpresivamente y te arrincona contra la pared, no puede esperar a llegar a la habitación. Lo quiere ahora y ahí mismo. Sujeto tus muñecas con una sola mano, con al a otra te levantaba la falda. Besaba tu cuello hambriento, sentiste su fervor en tu piel y comenzaste a sonrojarte. La puerta se abrió repentinamente y se cerro de la misma manera. Era muy joven, claro que te enfatizo hacerlo con el. No parecía experimentado, besaba con pasión y miedo a la vez. Su corazón no estaba roto pero desquebrajado. Podías decir tanto con tan solo verle a los ojos, pero eso fue lo último que te interesaría. Solo seria por una noche, no deseas involucrarte con un niñato. Tu lujuria hacia esgrimir lagrimas a las paredes, la pasión desaforada del muchacho te encendió aun mas, tu desdén se hacia invisible ante el. Vestía un saco de gabardina negro con una camisa color salmón, y una corbata del mismo color. Tu vestido rojo se estrello en el suelo, no llevabas más que eso y los tacones esa noche. La desnudes y tu mirada es suficiente.
Una noche, un hotel, un hombre, una sola vez. Su piel sabía a café, amargo y oscuro. La habitación había costado solo 250, y el trago que el ofreció solo 60. Son uno solo, ahora y desde tu vientre comienza a nacer el deseo de acabarlo aquí y ahora. Se aproximo a tus pétalos, rosas y carnosos. Brillantes, húmedos. Es un extraño, no lo conoces, ni si quiera sabes su nombre, es solo sexo con extraños, a eso te dedicas a hacerlo con desconocidos y luego matarles durante la rabia de la lujuria. Tus uñas se aferran a su espalda y comienza de apoco a sangrar. No se preocupa sino que le alientas, parece más enfurecido, su boca también ha comenzaba a sangrar.
La noche se acaba y se ha dormido, le miras tendido en la cama, manchada con tinta roja. Estas satisfecha, a pesar de no haberle quitado la vida. Sabes que te recordara para siempre, así como los demás. Pero hay algo con este que no puedes contener. Es interesante, es agresivo. Y viste con inocencia y estilo. Te llevas su corbata. Sus labios han besado la orquídea más venenosa que podía encontrar. Su carne dejaste corrompida… y la tuya adormecida.

Este es hacia ti mi querida Alexia, mi más bella orquídea. En donde quieras que estés, reclamas siempre por verme, envenenar mi alma y corromper mi cuerpo de nuevo y gustoso dejaría que lo hicieras de nuevo.

Las pastillas no te salvan de esta



...creí que podíamos irnos a los campos... donde las almas planean en aires puros y azules,
creí que nos iríamos, 
pero nunca viniste.
Robe tu fortuna, robe tus ojos, 
y tu jarabe,
usualmente me pregunto por ti,
donde estarás? 
que será de ti?
quiero saber que te detuvo?
quise saberlo... qué sentido tiene ahora?
espero estés bien.
Ahora las cosas tiene más sentido
y creo que te perdí por que no podía mirar con tus ojos,
metiendo pildorillas en mi boca,
durmiendo en la espuma, fumando vida,
respirando el aliento de desconocidos,
lamiendo heridas ajenas, 
cuando encontré el vació de la vida, decidí seguir...
pero me di cuenta que tu no,
las pastillas no van a salvarte de esta,
no una vez que estas llorando,
me miraste y dijiste te alcanzare,
caminare en las esporas contigo, 
y moriremos juntos.
Nos encantaba mentir, 
hasta que las mentiras dejaron marcas en el mantel,
y dejamos que el café se enfriara.
Las pastillas no te sacaran de esta, 
pues ten cuidado, me dijiste...
de que debería tener cuidado? pregunte en mi ingenuidad
... de la vida...
tus ojos rojos se cerraron y te desvaneciste en la lluvia
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